Tenemos muchas teorías acerca de que es lo que debemos hacer ahora. Lo que nos toca hacer esto:
Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; llenas están de sangre vuestras manos; aprended a hacer el bien, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda.
Isaías 1:16-17 RVR1960 (Las cursivas son mías)
La gran mayoría de la gente cristiana cree que estas palabras son para los que están “afuera” de lo que llaman el reino de Dios. Incluso aplican eso de llenas están de sangre vuestras manos al exclusivo asunto del aborto. Como es tan frecuente, yerran en el entendimiento de la escritura.
Estas palabras están dirigidas a nosotros, no a los “otros”
Pero no es así. Estas palabras están dirigidas a los creyentes. A quienes se llaman a sí mismos hijos de Dios. Veamos cómo:
Los párrafos anteriores explican que Dios está harto de rituales, celebraciones, convocatorias, sacrificios, eventos multitudinarios, discursos religiosos de alto calibre. Vayan ahora mismo, y lean, y disciernan cómo esas palabras se dirigen a nosotros. Cómo nos intiman: “Lo que nos toca hacer es esto”.
Y noten que a quienes dirige principalmente su enojo es a los dirigentes religiosos, a los cuales compara con los dirigentes de Sodoma y Gomorra. Se ve que es seria la cosa (no sé si me explico).
Y en qué los critica
No les critica la predicación del domingo. No hay referencia alguna a que las personas no están aportando los diezmos adecuadamente. En ninguna parte dice que esté enojado porque no se están reuniendo en los templos en tiempos de cuarentena. Es imposible hallar alguna mención a si los creyentes están votando por el candidato “correcto”.
Está completamente desinteresado en la forma del culto. Lean, y vean lo que dice sobre la santa liturgia: “hastiado estoy”, “me es abominación”, “no lo puedo sufrir”, “las tiene aborrecidas mi alma”, “cansado estoy de soportarlas”.
Lo que nos toca hacer es esto
Es notable el grado de indiferencia que la mayoría de los creyentes expresa respecto de lo que Dios sí quiere que se ocupen: hacer el bien a los necesitados, restituir a los agraviados, hacer justicia a los huérfanos, amparar a la viuda. Por cierto, esta palabra no está dirigida a la gente (incluso cristiana) que sufre hambre, opresión injusticia, discriminación por su raza. Tampoco está dirigida a los cristianos que sí están haciendo esas cosas.
Está dirigida a los cristianos que viven cómodamente, que tienen todo resuelto, que viven en barrios o sociedades opulentas que les aseguran grato bienestar. Y que se ocupan, solemnemente, cada domingo se cumplir sagradamente sus actividades religiosas.
¿Por qué diría Dios que tienen sangre en sus manos?
Sin duda, no han matado a nadie. Pero son indiferentes a los muertos en las guerras injustas y fratricidas, desplazamientos migratorios, muertes de gente de otras razas. No saben o no quieren saber que mucha de la ropa que se ponen ha sido confeccionada literalmente con la opresión y la sangre de mujeres pobres de Asia.
Tal vez orarán de vez en cuando por estas situaciones. Pero luego, volverán a las gratas realidades de su vida alejada de semejante dolor.
A nosotros, cristianos en el mundo, lo que nos toca hacer es esto, leer y practicar Isaías 1 del 10 al 17