≪También somos humanos≫ | Un médico en la pandemia

≪También somos humanos≫ | Un médico en la pandemia

Los profesionales de la salud están en la primera línea en la lucha contra el coronavirus. Ponemos toda nuestra confianza en ellos y esperamos que nos atiendan y sanen; pero a menudo olvidamos que detrás del uniforme está una persona que siente y sufre tanto como nosotros.

Nos hemos acostumbrado a ver a los médicos como pilares fuertes en los cuales apoyarnos. Podemos hacer estragos con nuestros cuerpos, pero cuando se trata de señalar al culpable, los primeros a quienes vemos son a los médicos. Este comportamiento se ha visto con mayor fuerza durante la pandemia que vivimos. Hay gente que no quiere seguir las reglas, pero sí espera ser atendida y curada de inmediato.

Para quienes no somos profesionales de la salud, el cuadro que pinta esta situación es muy diferente a la de los médicos. Pocas veces tenemos la oportunidad de conocer su punto de vista porque preferimos que hagan su trabajo en silencio y no se quejen ante los problemas. Sin embargo, en esta ocasión conoceremos ese lado de la historia que no sale a la luz con frecuencia.

La historia de un médico

Felipe Gutierrez es un médico peruano que descubrió su vocación cuando era muy pequeño. Su madre tenía una discapacidad —hasta ese entonces desconocida para su familia—; y solo pudo recuperarse gracias al apoyo del personal de salud que se comprometió con su caso. Al ver esa pasión por la vida, Felipe se propuso a hacer lo mismo con otras personas.

Pero no fue sencillo.

Estudiar medicina no es una carrera fácil, en ningún aspecto, y para lograr su meta, Felipe contó con la ayuda de su familia. Él explica:

Me gusta hacer muchas cosas, pero no imaginaría mi vida sin la medicina. Lo bueno fue que no soñaba solo; mi madre siempre colaboró para hacer realidad ese sueño y también mi familia. Recibí el apoyo de muchas personas y, a pesar de los obstáculos, pude graduarme como médico.

Cuando comenzó a ejercer su profesión no esperaba encontrarse con una enfermedad desconocida. Pero la COVID-19 apareció y también se presentó en el lugar donde trabajaba.

Sentí temor porque era el primer caso…

Felipe cuenta que en una comunidad aledaña, alguien presentó un cuadro atípico de una enfermedad respiratoria aguda. Él y sus colegas lo siguieron de cerca durante unos días y vieron que no evolucionaba bien. Solicitó a la red de salud los insumos necesarios para la prueba molecular y coordinaron el trabajo con el equipo de respuesta rápida. Se comunicó con el paciente y coordinó la visita para el día siguiente.

Al cortar esa llamada no voy a negar que sentí temor porque era el primer caso sospechoso de esta nueva enfermedad; así que procuré que el protocolo establecido se cumpla en lo posible debido a la escasez de algunos insumos.

Sus colegas que tenían mayor experiencia en este tipo de situaciones le ayudaron en algunos detalles técnicos. Eso le brindó respaldo moral. Tras repasar el protocolo y practicar el uso de la protección personal, fueron a ver al paciente: un joven padre de familia.

Tras realizarle la prueba, se desinfectaron y regresaron al centro de salud.

Todo había salido bien, aunque en nuestras mentes daban vueltas ideas de “¿me habré colocado el equipo de protección personal bien?”; “¿me habré desinfectado correctamente?”; “¿y si ya me contagié?” También cargábamos las interrogantes de un paciente que nos pedía explicaciones de la enfermedad que lo aturdía. Ver ese rostro de preocupación es algo que no puedo describir totalmente.

Hasta ese momento no comprendía muy bien las repercusiones de esta enfermedad en nuestra salud mental, en donde la idiosincrasia de las personas juega un factor importante. Estoy seguro que varios han visto esto en sus propias casas, con sus familiares y han sentido este mismo miedo.

El miedo de contagiar a la familia

Todos tenemos temor de contagiarnos con el coronavirus. Pero ¿qué hay del personal de salud?

Felipe explica que ellos no están exentos de esto. Su temor es, quizá, incluso mayor que el nuestro pues tienen contacto directo con el virus. Él reconoce que por su edad y condición física podría llevar mejor la enfermedad; pero eso no le quita la preocupación por su familia.

Saber que podría ser el responsable de que algún miembro de mi familia se enferme es una idea que constantemente está en mis pensamientos. Es la razón por la que algunos colegas, incluyéndome, preferimos vivir en otros lugares donde no expongamos tanto a nuestras familias.

Si me sucede algo, mi familia tendrá que lidiar con ese dolor

En el mundo, miles de profesionales de la salud han perdido la vida durante esta pandemia. El desgaste físico, la exposición al virus y las largas horas de trabajo los ponen en alto riesgo de contagio. Tampoco ayuda que a menudo vean morir a sus colegas, y sean incapaces de hacer algo para salvarlos.

A esta situación se le suma las precarias condiciones laborales. El sistema de salud en muchos países ha colapsado y el gobierno no les ofrece las condiciones adecuadas para que hagan su trabajo.

Me gustaría saber con quién contamos en este momento, ¿quién nos respalda? En algunos lugares el personal de salud no tiene las herramientas, y en otros no cuentan con los recursos humanos para enfrentar esto, mientras las personas se mueren en nuestras caras… Me entristece mucho saber que si en algún momento me sucede algo, mi familia tendrá que lidiar con ese dolor; y aún siento que podría hacer mucho por ellos.

Si un profesional de la salud muere, lleva años reemplazarlo

A diferencia de otras profesiones, la medicina es una de las carreras más largas de estudiar. Si uno de ellos muere, no se puede reemplazar al instante. No solo es una vida la que se pierde, sino también a una persona capacitada cuya formación ha tomado años.

¿De dónde sacamos a personas con tales conocimientos, con la formación de 3 años de un técnico sanitario, 5 de licenciado de enfermería, 7 de medicina general, sin considerar la experiencia ganada con el tiempo laborado y los 3 años de más de especializaciones? Si se pierden esas vidas estamos perdiendo personas con la capacidad de ayudar en base a sus conocimiento para luchar contra esta pandemia y aportar en el sistema de salud en general.

Nuestros prejuicios no ayudan a los médicos

Felipe comenta que una vez, una persona le dijo que había elegido la profesión incorrecta porque rechazó un trabajo donde no garantizaban su seguridad. Le dijo que ser médico era asumir implícitamente que debía exponerse porque está al servicio de la gente.

Esta clase de prejuicios demuestran que no vemos al personal médico como individuos con derechos, al igual que nosotros. En muchos países, las autoridades presionan al personal de salud para aceptar tratos ilegales. Si ellos se niegan, ya no les dan trabajo:

Incluso insinúan que no aceptarlo significa no tener vocación de servicio, lo cual es erróneo. Vocación es amar lo que hago. Me encanta ejercer mi profesión; pero eso no significa que tontamente, por una mala gestión de los servicios de salud, voy a exponer mi vida de manera irracional. Nadie, de ninguna profesión u oficio, debería aceptar condiciones laborales como las que muchas veces nos imponen a nosotros. Nadie está en la capacidad moral de juzgar nuestro trabajo sin antes haber pasado por lo que nosotros hemos vivido.

Felipe acepta que hay malos profesionales de la salud. Pero que no por eso se debe juzgar a todos de la misma manera.

No somos médicos las 24 horas del día, también somos hijos, hermanos, amigos

Las largas jornadas de trabajo también afectan la salud emocional de los médicos. Ellos no están hechos de piedra. Felipe reconoce que en ocasiones no son tolerantes; pero esto se debe a que están bajo una gran presión.

A veces no comemos en toda la guardia; y si comemos, solo tenemos 15 minutos para hacerlo. Nuestras necesidades nos obligan a trabajar en varios lugares, y es muy cansado hacerlo. No somos médicos las 24 horas del día, también somos hijos, hermanos, amigos, y también tenemos miedo; incluso tenemos familiares contagiados y pensamos mucho en ellos.

Estudiamos y nos formamos para ayudar, pero para nosotros también es difícil cargar tanto peso y soportar la responsabilidad por la vida de una persona.

Hemos llorado muchas veces; y en ocasiones nuestras familias no saben las cosas por las que realmente pasamos, puesto que solo alguien como nosotros lo entendería. Son nuestros compañeros de trabajo quienes nos consuelan. Es duro sentirnos tan limitados y no poder dar más…

Quizá muchos nos llamarán insensibles porque nos hemos acostumbrado a no expresar el dolor en público; pero no es así… solo que la guardia debe continuar y hay que seguir atendiendo, porque detrás de un fallecido hay más personas que siguen con vida y demandan el 100 % de nuestra atención. Así que les pido que, por favor, nos entiendan y sean también pacientes con nosotros que tampoco la estamos pasando bien.

La historia de Felipe Gutierrez aún no ha terminado. Él y otros miles de médicos en el mundo siguen dando todo de sí mismos para enfrentar la pandemia. Y su labor tampoco terminará allí. Seguirán investigando y especializándose, y tratando a pacientes a diario.

Su labor, que ha cobrado mayor relevancia este año, merece el reconocimiento de nuestra parte. Pero no solo simbólicos aplausos de gracias, sino un cambio de actitud y respeto hacia ellos. Si empezamos verlos como una pieza vital de nuestra sociedad entenderemos que no pueden desempeñarse en condiciones precarias; y que ellos también merecen sentirse protegidos.

Vivimos en una sociedad que valora más a los artistas y profesionales en otras áreas; pero deja de lado a quienes nos cuidan y salvan la vida. La pandemia, cruel y devastadora como es, será el inicio de una nueva era; esperemos pues que incluya mejoras que nos pongan en perspectiva y nos hagan valorar lo que realmente importa.


El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.

El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana

CVCLAVOZ

. El presente se escribió en su totalidad por un ser humano, sin uso de ChatGPT o alguna otra herramienta de inteligencia artificial.

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