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Cositas lindas

No vean… Dígannos cosas halagüeñas. Esta intimación fue hecha a los comunicadores sociales – llamados profetas en aquellos días – por una antigua civilización, harta de conflictos políticos y económicos, secularización de las costumbres y amenazas de invasiones y guerras. Incapaces ellos y sus dirigentes de resolver el dilema del presente, preferían sumergirse en la molicie agradable de la farándula, el chisme y la charada sensacional. En palabras actuales, les pedían: “Hablen de cositas lindas.”
La ironía era – y sigue siendo – que el gozo y la alegría que querían oír no se fundaba en un orden de cosas constructivo y pacífico, sino en la exacerbación de los sentidos, el griterío, la música estridente, un consumismo desenfrenado y un desorden social que resultó ser el caldo de cultivo para el desastre definitivo.
Cuando uno lee las crónicas de aquel tiempo, situado en el Cercano Oriente alrededor del siglo V a.C., tiene la curiosa y triste impresión de estar leyendo la sección de espectáculos de la prensa escrita o viendo los programas de farándula (llamados de chimento en Argentina). Y como si esa impresión no fuera suficiente, nos enteramos que esas secciones y programas concitan los mayores índices de lectura y audiencia. En otras palabras, las cosas definitivamente no cambian.
Lo halagüeño es fácil, es barato, no requiere mucha elaboración – excepto los costosos montajes de televisión que necesita la estupidez para ganar los primeros lugares de audiencia. Lo entretenido no requiere mucha elaboración mental, es superficial y tiene un íntimo entronque con lo emocional. La risa genera, nos dicen, una serie de efluvios químicos que relajan y alivianan el peso de la vida. Lo que no nos dicen es qué pasa con la cabeza cuando lo único que la gente quiere es reírse y no hacerse responsable socialmente.
Lo entretenido y agradable es parte de la vida y no deberíamos nunca renunciar a sus beneficios. Pero nunca tanto. La vida es ancha, ajena y compleja y requiere de nosotros un grado de equilibrio y responsabilidad para hacernos cargo de ella, tanto individual como colectivamente. Es irónico constatar que los templos están colmados de gente que quiere oír cositas lindas, pasar un rato simpático e irse a su casa con una agradable y halagüeña sensación. El mundo se puede ir a buena parte si quiere; total, ellos no son de este mundo.
De esas cosas, aquí en este blog, no se trata.

Benjamín Parra Arias

Hay otros universos alrededor nuestro. Contenidos, significados, códigos diversos. Sobre todo, vidas intensamente reales. Espejos donde nos vemos tal cual. Imaginaciones, sueños, broncas, esperanzas, crónicas y memorias...

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