Me propongo, brevemente, examinar lo que llamaría el “malestar” en la libertad. La palabra malestar aquí tendría un significado estricto. Aludiría a la tensión que existe entre las promesas de la libertad y las restricciones a las que se somete en el contrato de la afiliación institucional.
De varias maneras me he referido a este tema aquí. Pero, intentaré profundizar un poco. Las promesas de la libertad se podrían resumir en las palabras de Jesús:
Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.
Juan 8:36 (RVR1960) Las cursivas son agregadas
Hay dos énfasis aquí. Uno, es sobre quién otorga esa libertad. No es una estructura humana, ni sus jerarquías ni sus artículos de fe. Es Jesús.
De modo que se trata de una libertad que ningún esquema humano puede atribuirse. Bajo estos términos, no debería existir el malestar en la libertad.
El otro énfasis es el adverbio verdaderamente. Es una promesa que deriva directamente del dador de la libertad. La verdad que dona es auténtica, completa.
¿Cuál es el alcance de semejante promesa? Hay que pensarlo porque entra en conflicto con todo lo que limite, restrinja o degrade su amplio sentido. Entonces, ¿habría una libertad que no es verdadera?
El malestar comienza a sentirse luego del jolgorio de la iniciación en el sistema. El nuevo participante es introducido en los términos de la letra chica.
Libertad, ¡claro! Pero tenga en cuenta estos importantes siete puntos:
Por supuesto, esto es una representación. Un ensayo imaginario producto de ciertas observaciones empíricas. Y lo empírico tiene la fragilidad de lo subjetivo.
Por lo tanto, no hay que tomárselo tan a pecho. La intención es, apenas, darle a ciertas experiencias un vestuario literario de mitad de semana.
Así, a esas ciertas experiencias se refiere lo que llamamos el malestar en la libertad.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
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