Oía a alguien disertar anoche sobre el poder de la oración y citaba aquello de sobrellevar los unos las cargas de los otros como se lee en Gálatas 6:2 (RVR1960). Durante esa parte específica de su intervención se refirió a la oración como el principal medio de cumplir la proposición de San Pablo. Profundizó el concepto hablando de “entrar en intercesión”.
En primer lugar, conviene situarnos en el contexto de estas palabras. El escritor de la carta está tratando el tema de restaurar a los hermanos que han sido sorprendidos en falta. También habla de compartir cosas buenas —suponemos bendecir materialmente— con aquel que le enseña a uno. Y principalmente urge a hacer el bien. En ninguna parte del capítulo entero hace referencia a orar por las cargas de los otros.
Me apresuro a decir que orar, por supuesto, es de gran importancia. Jesús fue explícito en la importancia de orar. Además, en toda la Biblia hay suficiente evidencia del poder de la oración. No malinterpreten esta nota: no intento desacreditar el poder de la oración.
Pero no encuentro que la oración haya sido recomendada a cambio o en lugar de involucrarse en la ayuda mutua y concreta por las personas que sufren. Hay personas que se han referido a la fuerza de la oración activa como oracción: oración y acción.
Piensen en eso de decir que uno va a orar por alguien en necesidad pero no hace nada más. Creo que eso nos remite a este pensamiento:
Y si un hermano o una hermana estás desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?
Santiago 2:15-16 (RVR1960)
Por eso decimos que el poder de la oración cristaliza en la acción.
Muchas personas creen que orar libera poderes inimaginables en cierta esfera “espiritual”. No tengo aquí la pretensión de discutir eso. Lo que sí me parece es que hay que examinar la idea de que orar cambia concretamente la condición de las personas que sufren. Porque no se puede decir que todo el inmenso dolor que hay en el mundo es producto de que los cristianos no oran lo suficiente.
Me parece que semejante conclusión no se condice en absoluto con la realidad. Bastaría una inmensa cadena de oración mundial para que se acabaran las guerras, el hambre, la pandemia, el abuso sexual, la esclavitud laboral, el crimen, el narcotráfico.
La historia no deja mentir: eso no es así. Hay que involucrarse en palabra y acción. Participar. El poder de la oración se completa en la acción directa.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
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