El siglo veintiuno marca el fracaso de la razón como fuente única de verdad y como explicación suficiente de toda la realidad. Con el descrédito de la razón y de la ciencia surge un movimiento conocido como postmodernidad. Este flujo afecta la reflexión sobre evangelización y ser humano en este tiempo.
Este se caracteriza sumariamente como el fin de las utopías y de los discursos totalizantes. Todo está en duda, no hay verdad absoluta, la persona humana y la naturaleza son las únicas cosas importantes. Se introduce entre otros problemas humanos el de la pérdida del sentido de la existencia.
Una característica de nuestro tiempo son las tecnologías de la información que dieron lugar a Internet y últimamente a las redes sociales. Una nueva individualidad, como nunca antes fue posible, se posiciona como lo más importante en las relaciones humanas. Se la ve como uno de los escapes más accesibles de la falta de sentido en la que se ha sumido la humanidad.
Así, Internet, las redes sociales y los teléfonos “inteligentes” se convierten en el espacio donde las personas emiten y califican contenidos de toda índole. Esto da lugar a inquietantes expresiones, a un narcisismo que tiene su máxima expresión en la selfie. Yo, mis cosas y mis intereses en el centro de mi realidad. Es decir, un rescate de sentido personal.
Como en muchos momentos de la historia y en muchas situaciones de los últimos cien años, los cristianos se han caracterizado por no comprender el tiempo que viven y mucho menos los tiempos que se avecinan.
Por lo mismo, terminan siempre siendo seguidores de las tendencias y fuerzas que se dan en la cultura. Así, su mensaje pierde la fuerza iluminadora y conductora que debería caracterizarlo. Todo empieza y termina en evangelización y ser humano
Hemos dicho que el selfie representa el tejido y la trama de la nueva cultura. La persona queda definitivamente en el centro del interés y la preocupación. Esta es máxima representación del tiempo presente. Y los cristianos en su quehacer proselitista no han escapado a este influjo.
Observen el contenido del mensaje evangelístico. Pongan atención en los temas de los programas de formación básica de nuevos creyentes. Examinen la pauta de los medios cristianos de comunicación. Es imposible no darse cuenta cuán central es la persona.
Aunque se dice que todo se hace en nombre de Dios los temas supremos son la felicidad de la persona, su bienestar, su salud, su estabilidad emocional, su sanidad de enfermedades y adicciones, su paz personal y familiar, sus finanzas y finalmente su felicidad futura en el cielo.
Podríamos resumir esto en las siguientes palabras: “Dios reina en los cielos para que tú seas feliz”. O de otro modo, “Si te conviertes al cristianismo, te garantizamos que vas a ser feliz en esta vida y más tarde vas a ser feliz en el cielo”. Ustedes podrán justificar de mil maneras por qué confeccionan este tipo de mensajes. Pero nunca podrán negar que el centro de esta predicación y de esta filosofía cristiana es la felicidad de la persona.
Es, ni más ni menos, una rendición formidable al espíritu imperante en el mundo. Es el carácter de la evangelización y ser humano en el siglo 21.
Este artículo es un extracto del capítulo Humanismo Revisitado del libro “La palabra en su laberinto” de Benjamín Parra Arias (Disponible en formato PDF)
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
La licenciada Débora Pedace nos habla de 6 pasos para el autoperdón, la importancia de…
Mientras vivimos en una sociedad que valora las apariencias, Dios nos llama a enfocarnos en…
Como mujer se te puede hacer difícil manejar tu vida y hoy te traemos cinco…
¿Qué significa esperar en Dios? Confiar en Él, en Sus promesas y Su tiempo perfecto.…
Como cristianos, uno de nuestros mayores llamados es ser transformados a la imagen de Cristo.…
El Buen Pastor, Jesús, no te dejará y por más lejos que te encuentres, te…