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Leer muchos libros te puede enloquecer sin retorno

Quien me conoce desde hace años en esta columna se sorprenderá que yo diga que leer muchos libros te puede enloquecer sin retorno. O tal vez, precisamente por conocerme, se darán cuenta que hay aquí una ironía, una afirmación encubierta.

Fue el excelentísimo Festo quien dijo unas palabras muy parecidas:

Diciendo estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco. Más él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura.

Hechos 26:24-25 – RVR1960

Noten que Festo era excelentísimo no por ser educado; era el cargo el que obligaba a la gente a llamarlo así. Es como cuando uno tiene que llamar “Honorable Diputado” a un supino ignorante o a un ladrón de siete suelas. Si hubiese sido educado, Festo habría entendido que Pablo hablaba cuerdamente.

¿De qué manera leer muchos libros te puede romper la cabeza?

De muchas formas. Primero que nada, aprendes a ver el mundo de un modo diferente a la mayoría de las personas. Te empiezas a dar cuenta que la gente, en general, cree cosas que no son efectivas.

Y no me refiero a personas que creen que la tierra es plana o que las vacunas traen un chip maldito. La gente afirma muchas cosas que ha escuchado en noticieros, ha visto en memes y flyers de Instagram o Facebook. Adquiere nociones que circulan en charlas informales en la casa o en la escuela. O ve demasiado videos TED o de YouTube.

Leer muchos libros te hace ver lugares increíbles. Te introduce en tramas sugestivas, dramáticas o de gran contenido didáctico. Conoces situaciones en las que la mayoría de la gente jamás se verá involucrada. Te enseña palabras y conceptos que pocas personas conocen y por eso te dirán que has enloquecido. O que sacas palabras del diccionario para hablar. “Usas palabras domingueras”, me decían en la escuela secundaria.

¿Y por qué afirmo que puedes enloquecer sin retorno?

Porque de la profundidad y de la cátedra de los libros uno no se recupera nunca. Siempre vas a querer leer más. No sólo tu Biblia, documento que el 97 % de los creyentes cristianos jamás ha leído íntegramente.

Vas a querer leer libros de filosofía, de política, de historia. Te vas a querer enterar, a través de los libros, acerca de los movimientos sociales y políticos que le dieron forma a tu país. Entenderás por qué tu nación está como está, porque sabrás de dónde viene.

Serás la única persona entre muchas que piensa distinto. Y mientras más te argumenten que has enloquecido más te darás cuenta, como Pablo, que piensas “palabras de verdad y de cordura”.

Ahora, hijo mío, a más de esto, sé amonestado. No hay fin de hacer muchos libros; y el mucho estudio es fatiga de la carne

Eclesiastés 12:12 – RVR1960

Los creyentes cristianos han entendido este versículo todo mal. Lo interpretan así: no hay que leer muchos libros y no hay que estudiar mucho. Una pena pues, qué quiere que le diga: lo han entendido mal.

Como ya estoy loco de tanto leer, les voy a explicar lo que quiere decir aquí:

Primero, que uno nunca terminaría de escribir o de leer muchos libros. Es algo que no tiene fin. Aquí la palabra “fin” tiene una connotación de tiempo o cantidad, pero no de propósito.

Segundo, efectivamente, estudiar mucho es cansador, especialmente si uno persigue un título. Pero ¿no entienden que el escritor no dice que es malo fatigarse estudiando? Sólo está afirmando un hecho de la vida: ejercitar la mente es trabajoso. No hay que tener un título en teología para entender esto.

Así que, invito a mi amable audiencia a que entre en el fascinante mundo de la locura literaria y se anime a leer muchos libros.


El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.

Benjamín Parra Arias

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