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Navidad en rojo

Tenía nueve años apenas. Era el último día de clases y después de la ceremonia de clausura debíamos hacer una fila para recibir un regalo sorpresa de Navidad que una pareja de profesores sacaba de un enorme saco blanco.

De ahí salían pelotas de todos colores, carritos de bomberos, pistolas de cowboy que parecían verdaderas, juegos de palitroques. A medida que se acercaba mi turno crecía en expectativa. Así que no supe por qué me vi recibiendo de manos de la profesora un pequeño jarrito de plástico rojo. No entendí nada. Mis ojos le decían algo como “Perdón, pero creo que se equivocó” y me quedé inmóvil por lo que me tomó del hombro y me dijo: “¡Ya pues, niñito, avance!”

No lo podía creer. Pensaba que sería una gran suerte recibir un juego de pistolas o al menos una pelota imitación cuero. Pero, ¿un jarrito para tomar la leche o algo así? Me encontré con mis hermanos para regresar a casa y por cierto ellos habían corrido mejor suerte que yo. ¿Tengo que decir cuánto se rieron de mí todo el camino?

La cosa no paró en casa. Recuerdo que mi papá hizo alguna broma también y en un arranque de ira me levanté de la mesa y rompí el bendito jarro a pisotones en el suelo de cemento.

Un rato después, cuando ya el asunto no era tema, fui a escondidas a buscar los restos de plástico y tengo que confesar que sentí mucha pena por ellos. Al fin y al cabo, si me lo hubieran dado cualquier otro día para tomar la leche en el recreo hubiera estado todo bien. Pero en Navidad, a los nueve años, ¿quién quiere un pequeño recipiente de plástico rojo? ¿Qué culpa tenía el jarrito?

De esta experiencia aprendí lo relativo que es este asunto de los regalos: si serán algo especial, sin importancia alguna o un momento desagradable de la vida. Pero eso no tiene que ver con el regalo, sino con el momento en que nos encontramos. Tal vez tenemos expectativas excedidas. O no tenemos ganas de nada. O posiblemente será el pequeño gesto que cambiará para siempre el destino de nuestras vidas (aunque esto último suena un poco exagerado).

Quién sabe…

Benjamín Parra Arias

Hay otros universos alrededor nuestro. Contenidos, significados, códigos diversos. Sobre todo, vidas intensamente reales. Espejos donde nos vemos tal cual. Imaginaciones, sueños, broncas, esperanzas, crónicas y memorias...

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