No hay nada mejor que la realidad, ¿o sí?

No hay nada mejor que la realidad, ¿o sí?

¿Será que al final del día era verdad eso de que no hay nada mejor que la realidad, como decía mi jefe aquel?

Han pasado tantos años desde ese día en que él se expidió con estas palabras. Pero siempre las recuerdo, aunque con sentimientos encontrados.

Si la realidad es absolutamente lo mejor que hay, qué terrible para los poetas, los literatos, los músicos, los soñadores. Habría que concluir que han vivido sus vidas lejos de lo mejor.

El lado oscuro de la realidad

Pero ¿y si fuera así? ¿Si no hay nada mejor que la realidad?

Desde dentro de nosotros y por donde quiera que uno mire, la maldad obtiene mejores resultados que la bondad, siempre. Eso es la realidad.

El egoísmo finalmente ordena nuestros pasos, incluso nuestros actos “altruistas”. Eso es verdad tanto en lo personal como en lo colectivo. Hace tiempo que ya no creemos en Papa Noel, ni en los reyes magos.

Las películas con final feliz son películas. Para decirlo en paráfrasis bíblica: Habiéndose multiplicado la maldad, la fe se nos enfrió hace rato.

Nuestra realidad

Si nos afirmamos en que no hay nada mejor que la realidad, nos queda nuestra fe personal. Nos aferramos a nuestra íntima esperanza del cielo y cositas así.

Pero a la hora de ofrecernos a los otros, ya las ganas —y la mística— se nos acabó. Hace rato en verdad. Noten que hablo en primera persona plural para que no queden dudas.

Según la óptica de mi antiguo jefe, no hay nada mejor que estar convencido de lo concreto de la existencia y no andar soñando leseras.

Realidad mata ilusión

¿Qué sentido tiene suponer otros mundos, otros escenarios y realidades alternativas? A cada momento la vida nos muestra su único lado, tanto que ya casi estamos convencidos que no tiene otro.

Cuando mi antiguo jefe dijo que no hay nada mejor que la realidad, se refería que el dato duro siempre es lo mejor para ordenar la vida. Con esos datos debemos tomar decisiones, establecer relaciones productivas, organizar o construir cualquier cosa.

Para hacer un puente hay que operar con información real. Se debe pensar en mecánica de suelos, resistencias de materiales y otras matemáticas imprescindibles.

No tiene importancia lo que alguien haya soñado con el bendito puente. El provecho afectivo de lo que podría ocurrir cuando estuviera construido no tiene lugar. No es útil para la construcción el dato de que familias que estaban alejadas por el mar o el río podrán compartir más seguido la fortuna de la comunión.

Efectivamente, más vale la realidad para hacer el puente.

Aunque no me guste, parece que, en temas concretos, no hay nada mejor que la realidad.


El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.

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. El presente se escribió en su totalidad por un ser humano, sin uso de ChatGPT o alguna otra herramienta de inteligencia artificial.

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