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¿Para qué?

¿Pensar la fe? ¿Hacerse preguntas? ¿Buscar el sentido más profundo de las palabras que leo en el Libro? ¿Indagar en el texto completo si hay ideas que vayan más allá de la salvación personal? ¿Para qué todo esto? ¿Tiene sentido vivir la vida examinada? ¿Por qué no más dejarse llevar por la buena onda? ¿Por qué no más ser optimista, mirar el lado positivo de las cosas?

¿Por qué tendría que seguir buscando respuestas que al fin y al cabo no van a cambiar nada, excepto agregar sufrimiento al entendimiento y a los sentidos? ¿Por qué no jugar fácil y bonito en vez de la complejidad de la interrogación y la desesperación? ¿No le haría eso mejor a mi estómago y a mi cabeza?

¿Por qué no me doy cuenta que es mejor creer que estamos ganando, que el Señor viene pronto y que estamos aquí sólo para tener la oportunidad de ser salvados y que todo lo demás se va a convertir en pasto de las llamas? ¿Por qué preguntarme tonterías acerca de la sociedad, de la justicia, de la educación, de los movimientos sociales, de la mirada de Dios a las naciones y otras materias inconducentes?

¿Por qué mejor no persevero en la institución cristiana, participo en todos los servicios, aporto mi dinero, disfruto los tiempos de alabanza-adoración-predicación y me voy a la cama con la sensación de que todo está bien con mi alma y que mi último aliento en la tierra será el primero en las mansiones celestiales al lado de Jesús?

¿Para qué seguir sintiendo el aire de la montaña, el murmullo del río que estaba a treinta metros de una casa donde fui feliz unos meses, el sol entre las hojas, el helecho humedecido que transporta el cristal multicolor de la lluvia, el ardor de la piel marchita, la esperanza de los pueblos, el definitivo triunfo de la justicia, el anhelo por el orden y la paz, el aroma del pan casero recién salido del horno, el café con leche humeante en el desayuno, el pasaje de los dedos sobre el papel sedoso de la Biblia todas las mañanas, los libros seculares, la música del mundo, el espejo del lago después de la tormenta de anoche, el desierto más seco del mundo, el profundo silencio y la humedad del bosque araucano, la luz de la luna entrando por la ventana y todo aquello por lo que todavía querría vivir?

Benjamín Parra Arias

Hay otros universos alrededor nuestro. Contenidos, significados, códigos diversos. Sobre todo, vidas intensamente reales. Espejos donde nos vemos tal cual. Imaginaciones, sueños, broncas, esperanzas, crónicas y memorias...

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