Cuando hablamos de la imaginación, no hay quien no opine que la imaginación no tiene límites. Es como una vida interior que todos tenemos y podemos darle rienda suelta. Pueden ser todos nuestros deseos secretos, pensamientos constantes o repentinos, que posiblemente solo nos guste compartir con Dios.
Es el lugar donde podemos crear, fantasear y ver como realidades nuestros anhelos. La imaginación da forma a todo lo que deseamos en nuestra mente. Pero en el orden espiritual, en vista de que la imaginación no tiene límites, nosotros los llegamos a poner a través de nuestra voluntad.
Hoy día, en muchas de las charlas de coaching que escuchamos, se centran en el hecho de que debemos dar rienda suelta a la imaginación, dejarla sin límites y que, si deseamos nuestros sueños lo suficiente, los lograremos, los obtendremos. Pero eso nos puede causar frustraciones cuando no se realizan.
Al conocer a Dios, nos damos cuenta de que Dios es nuestro verdadero apoyo para todo lo que imaginamos y sin límites. Para nuestras fantasías. Las llevamos a Él, las ponemos ante Él y esperamos. Si nos ayuda le agradecemos y si no se realizan, entendemos que tal vez no eran lo mejor para nosotros.
Ante una imaginación desbordada y sin límites, tenemos la voluntad. Todo nos lo da Dios. Los anhelos, los deseos, las fantasías, la imaginación. Pero también nos dio la voluntad. Y para tener un balance, debemos tener control sobre nuestra imaginación y aunque no tenga límites, ponerlos para no excedernos.
A medida que maduramos nos vamos dando cuenta de que no podemos vivir en un mundo de fantasías. Podemos usar la imaginación para planificar, crear y soñar, pero no nos podemos dejar dominar por la imaginación a pesar de ser maravillosa e ilimitada. La imaginación no tiene límites, pero la voluntad la controla.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
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