Verónica regresó a casa después de un pesado día, y como todas las tardes, encontró a su madre a punto de preparar la cena. Agobiada por sus problemas en la universidad y en el trabajo, se sentó a un lado de la mesa y, una vez más, comenzó la perorata.
«¡Parece que nada me sale bien en la vida!» era su continua queja. «Todos los días me encuentro con un nuevo problema. Las cosas van de mal en peor en todo lo que hago. Mamá, ¡hay veces que de verdad quiero darme por vencida!»
Mientras Verónica daba rienda suelta a sus frustraciones, su madre sacó tres cacerolas y las llenó de agua. En una puso un manojo de zanahorias, en la otra, media docena de huevos, y en la tercera, un puñado de granos de café. Y con esto, encendió el fuego y las puso a hervir, sin decir palabra.
Extrañada por tan inusual combinación de ingredientes, la joven paró de hablar por un momento, pero pronto siguió con su plática. Al cabo de unos veinte minutos, la mamá retiró las cacerolas del fuego y vació las zanahorias, los huevos y el café en tres tazones diferentes. A esto, la curiosidad de Verónica pudo más que su frustración.
―Mamá, ¿qué estás haciendo?
―Dime, hija, ¿qué es lo que ves aquí? ―replicó la madre.
―¡Pues zanahorias, huevos y café! ―respondió Verónica un tanto molesta por la pregunta tan obvia.
Ignorando su enfado, la madre le pidió que se acercara a la mesa, y que cuidadosamente tocara las zanahorias y le dijera lo que pensaba. Verónica no entendía de qué se trataba, pero lo hizo.
―Están blandas, parece que se van a deshacer entre mis dedos.
―¿Y los huevos? Sácales la cáscara y dime qué ves.
―¡Por supuesto que están duros!
Por último, le sirvió una taza de café. Verónica tomó la taza entre sus manos y disfrutó de su aroma y su rico sabor. Con esto, se calmó un poco y preguntó.
—Mamá, estoy confundida. Dime qué significa todo esto.
—Hija, quiero que prestes atención a algo importante —comenzó a explicarle su madre—.Las zanahorias, los huevos y el café enfrentaron la misma adversidad: el agua hirviendo, pero cada uno reaccionó en forma diferente.
– Las zanahorias eran firmes y duras pero después de soportar el agua hirviendo se volvieron débiles y fáciles de deshacer.
– Los huevos tenían un interior líquido y claro, pero salieron del agua endurecidos por dentro.
– Sin embargo, los granos de café son únicos. Después de estar en el agua hirviendo, no cambiaron, sino que transformaron el agua.
Las sabias palabras de su madre ayudaron a esta joven a ver la vida de forma diferente, y creo que también podrían ayudarte a analizar tus propias circunstancias.
¿Con cuál de estos tres elementos te identificas? ¿Cómo vas a reaccionar cuando la adversidad llame a tu puerta?
Las situaciones difíciles son parte de la vida y, por supuesto, que podrían afectarnos; después de todo, somos seres humanos. Pero cuando sientas que todo te oprime y tus circunstancias te ahogan, piensa en esto: cuando los granos de café son triturados, y el agua alcanza el punto de ebullición, es cuando se puede apreciar su mejor aroma y sabor.
Yo he comprobado en mi propia vida que con la ayuda de Dios y la de la gente que te ama, puedes soportar y aprender de tus pruebas, transformar tu entorno y esparcir un delicioso aroma de esperanza. Tú también puedes lograrlo.
Después de leer esta historia y su aplicación en tu vida, ¿Con cuál de estos tres elementos te identificas?
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