Hay días en los que todo parece estar bien en nuestras vidas y no tenemos motivos por los cuales entristecernos; sin embargo, tenemos ese sentimiento de aflicción que parece no irse nunca. Es entonces cuando dejamos que los pensamientos negativos nos invadan y nos dejamos guiar por nuestras emociones. Esto puede resultar peligroso pues al no saber por qué estamos tristes, podemos sumirnos aún más en la pena. No obstante, estos casos tienen solución pues el origen de nuestra tristeza no es necesariamente algo emotivo, sino que puede ser por una condición física, el consumo de ciertas medicinas, u otras razones.
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El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
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