Recuerdo que en la universidad había un maestro que cada semana amenazaba con tomar un examen sorpresa. Las primeras veces, todos se preocupaban por estudiar, estar al día con las lecciones y estar preparados para cuando ese día. No obstante, con el paso del tiempo, la advertencia del profesor iba perdiendo credibilidad porque nunca se cumplía. Sin embargo, cuando finalmente decidió tomar una evaluación repentina, tomó a todos desprevenidos.
Al igual que la advertencia de ese docente, cuando uno repite la mismas palabras en una oración una y otra vez, con el transcurso de los días se comienza a perder el sentido inicial. Es allí cuando uno puede desanimarse, caer en la monotonía y dejar de orar con convicción. Las personas que son fuertes en la fe saben que creer ocupa un rol vital en la oración, y no se puede separar a la una de la otra; así lo dice Marcos 11:24: “Por eso les digo: Crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración, y lo obtendrán.” (NVI)
Haz recuento de tu actitud cuando oras y evalúa si toda tu fe está puesta en lo que dices. Si no es así, es momento que comiences a orar fervientemente tomando en cuenta que a Dios le importa tu disposición y humildad. Esto hará una gran diferencia en tu oración, y también en tu crecimiento espiritual.
Este artículo fue producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.
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