Soy del tipo de persona que ama la tecnología pero hasta un cierto punto.
Cuando se vuelve muy invasiva, muy extraordinaria o me inutiliza como ser humano me asusto. También me asusta cuando se vuelve algo adictivo para nosotros al punto que no podemos funcionar porque nuestras vidas están sincronizadas con nuestro celular, computadora o tableta.
Nos hemos vuelto dependientes a los teléfonos, ya no hay respeto de lugar u hora para usarlos y menos de la presencia de personas. Podemos estar al frente de nuestros padres, amigos, jefes y aun así sacamos el celular para revisarlo, pero la historia que te voy a contar a continuación será como una suave melodía a tus oídos ya aburridos de escuchar que los celulares destruyen familias!
Recientemente, conocí a un padre de dos hijos que me contó como se re-conectó con sus hijos a través de mensajes de texto. Yo pensaba que era una de esas historias de gente que se separa y se vuelven a encontrar por Facebook, pero no, esta familia vivía bajo el mismo techo juntos pero no revueltos, cada quien por su lado.
El padre desesperado por ver a sus hijos siempre pegados del celular día y noche, decidió montarse en el vagón de la tecnología y boto su celularcito de tapa para comprarse un nuevo smartphone con todas las opciones, aplicaciones y novedades características de un teléfono inteligente.
Los hijos se sorprendieron del cambio y se reían de su padre, les causaba gracia como un señor a su edad iba a aprender a utilizar un teléfono inteligente, pero el padre estaba decidido a lograrlo y a conectarse con sus hijos de esa manera.
De esta forma empezaron a hablarse más cara a cara cuando estaban en casa con la excusa de las “clases de celular” que recibía el padre de parte de sus hijos. El caballero se bajó la aplicación mas utilizada por sus hijos para mandarse mensajes de texto, el conocido WhatsApp.
Cuando sus hijos no estaban en casa, el padre les escriba con humor mensajes, le enviaba caritas, figuritas y los hijos no tenían otra opción que responder a sus mensajes y poco a poco comenzaron a conectarse y a construir la relación perdida a través de sus celulares.
Es el primer caso donde compruebo mediante la experiencia de este hombre, que los celulares o el continuo envío de mensajes de texto une a una familia que estaba separada. Por un lado los hijos sumergidos en el mundo actual de estar constantemente conectados al flujo de información que ofrece el internet y sus redes sociales y por otro lado, el padre que se rehusaba a dar el gran salto de adaptarse a la tecnología de hoy en día.
Realmente me siento feliz por ese señor, fue muy conmovedor ver su emoción y alegría al compartir su historia y en agradecimiento por ese chorro de energía que le dio a mi día, le enseñé como mandar fotos y videos a sus hijos por WhatsApp.