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La oración de Ana

En el primer capítulo del libro de 1 Samuel se relata una historia acerca de la fe de una mujer, Ana la esposa de Elcana, quien tenía un anhelo en su corazón: concebir un hijo y con base en eso hace una oración.

Este asunto le causaba tristeza y desánimo, a esto se sumaba la molestia que le causaba Penina, la segunda esposa de Elcana, quien sí tenía hijos.

La Biblia menciona que Ana estaba viviendo un tiempo de amargura y decidió acudir al templo para orar y así decirle a Dios el motivo de su estado de ánimo.

Muchos de nosotros en diferentes ocaciones pasamos por luchas que nos agobian y nos roban la paz, pero lo importantes es llegar a la presencia de Dios con un corazón humilde para recibir su consuelo.

¿Qué nos enseña la oración de Ana?

Esta historia nos enseña una gran lección acerca de la fe y la actitud que debemos tener en momentos dolorosos y muy difíciles. La fe es la que nos sostiene y nos ayuda a mantener la esperanza.

Ana nos enseña la actitud correcta ante la necesidad:

Acudir a Dios

El ser humano en medio de los problemas tiende  a encerrarse en su dolor y olvida a Dios, cuando debiera ser todo lo contrario, pues es justamente a Él a  quién debemos acudir en primer lugar, aunque esto signifique luchar contra nosotros mismos.

¿En esos momentos de debilidad a quién acudes?

Nuestras oraciones deben ser completamente sinceras

Ana, cuando se presentó en el templo para orar, no se reservó nada ante Dios, ella le mostró su dolor y dio a conocer su necesidad.

Cambio de actitud

Después de que Ana oró mostró su fe cuando al salir del templo cambio de actitud, es difícil sonreír y tener gozo en medio del problema pero hacerlo demuestra la confianza que tenemos en Dios.

Cumplió su promesa

En medio de su oración Ana le hizo una promesa a Dios y la cumplió, ¿cuántas promesas le hiciste a Dios en medio de la dificultad? Como seres humanos hacemos promesas movidos al calor de momento; pero ¿cuántas de esas promesas que hicimos las hemos cumplido?

A veces nos toca vivir situaciones difíciles y dolorosas que pueden ser un motivo para bajar los brazos y rendirnos.

Pero es justamente en esos momentos cuando debemos mostrar una verdadera fe, así como la de Ana que la llevó a la oración.

«Ana, con una profunda angustia, lloraba amargamente mientras oraba al Señor.»

1 Samuel 1:20 (NTV)

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