Cierto ciego, llamado Bartimeo estaba sentado junto al camino. Al oír que se acercaba Jesús, se puso a gritar “¡Hijo de David ten misericordia de mí!”. Muchos lo reprendían para que callase, pero él no hizo caso de ellos y con más fuerza volvió a clamar “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”. Entonces Jesús se detuvo y mandó a que le llamasen; cuando estuvo frente a él, le preguntó ¿Qué quieres que haga por ti? Y Bartimeo respondió “Rabí, quiero ver”. El Maestro le dijo “Puedes irte, tu fe te ha sanado y en ese instante recobró la vista y siguió a Jesús por el camino. (Marcos 10:46-52)
La perseverancia es una de las claves para alcanzar lo que pedimos. Bartimeo, a pesar de que lo reprendían para que guardara silencio, continuó clamando pues sabía que lo necesitaba, entendía que sólo él podía quitarle esa opresión y por eso persistió.
Cuando nos encontramos en situaciones difíciles, problemas o pruebas y entendemos que sólo Dios es nuestra respuesta, no podemos callarnos o guardar silencio, tenemos que perseverar en nuestras oraciones a Él. En nuestra impotencia y desesperación debemos seguir pidiendo su ayuda; que nada ni nadie nos desanime o ponga desaliento en nuestro corazón. Si lo hemos conocido entonces sabemos que conforme a su fidelidad nos responderá en el tiempo exacto.
Jesús se detuvo y lo sanó. Recuerda que el Señor atiende el clamor de aquellos que le llaman. Para Él, toda vida es valiosa y no dudará en darnos una respuesta si tan solo perseveramos.
“Buscad a Jehová y su poder; Buscad su rostro continuamente.” (1 Crónicas 16:11)
El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.
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