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¿Por qué te ocultas?

“¡Me siento mal por haberle fallado a Dios!” En muchos cristianos se escuchan estas palabras, con rostro de frustración y tristeza, ya sin ánimo ni deseos de pelear por el Señor.

Nadie está exento de fallarle a Dios, y Él en su soberanía lo sabe. Pero, la pregunta aquí es,  ¿qué hacemos después de fallar? En muchos cristianos se pueden observar dos tipos de respuesta: en la primera, se lamenta por su pecado, pide perdón a Dios y por fe sigue avanzando, permitiendo que el Señor lo siga transformado; y la segunda reacción, tiene que ver con un estancamiento espiritual, en el cual vamos a invertir un poco de tiempo para meditar en una enseñanza.

La Biblia dice en Génesis 3:7-9 (RVR 1960) “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales. Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?”

En ese relato, se puede observar notoriamente el segundo caso. ¿No nos ha pasado que después de fallar a Dios, dejamos que la culpa nos domine y nos escondemos de Su presencia? ¡Cuántas veces hemos actuado como Adán y Eva en el jardín! Cuando sentimos que Dios nos habla preferíamos ocultarnos de Su presencia por la vergüenza. La pregunta del Señor es: ¿Dónde estás tú?

Así mismo, cuando pecamos y, sentimos que la culpa y la vergüenza nos inundan el corazón, Él nos busca y nos llama por nuestro nombre: “Juan, María, Carla, ¿dónde estás?”, con un amor que nunca podremos imaginar. Cuántas veces en un acto de emoción le dijimos a Dios que nunca más tropezaríamos con ese pecado, pero muchas veces sucede lo contrario, y hacemos exactamente aquello que dijimos que no  haríamos.  ¿Qué hacemos entonces? ¿Corremos hacia Él o nos escondemos de su presencia?

Tal vez en este momento estás luchando con la culpa y la condena o quizás te sientes mal por algo que hiciste hace años, o incluso algo que haya pasado ayer o hace una hora. No importa hace cuánto tiempo sucedió, el pasado no se puede cambiar; lo importante es que estés arrepentido y le pidas perdón, porque solamente el Señor puede encargarse de lo demás.

La Biblia dice: “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.” (Lamentaciones 3:22-23) El Señor es misericordioso dice su palabra. Cada día, cada minuto, cada segundo es una oportunidad para que te acerques a Dios y recibas su perdón.

Te invito a que en este momento decidas acercarte al Señor en oración, creer en su amor y misericordia para recibir el perdón que necesitas.

No olvides que Dios conoce tus debilidades y quiere transformarte, no seas tú quien impida su bendición en tu vida.


El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Artículo producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.

Shirley Chambi

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